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HISTORIA DEL EROTISMO
LO DUCA
Traducción de: JUAN JOSÉ SEBRELI
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I. RESUMEN DE UNA HISTORIA DEL EROTISMO
La voluntad de conocimiento distingue a las civilizaciones. Du-
rante siglos, el ser humano ha sido medido, juzgado, profundizado,
analizado, señalado en todos sus designios probables e improbables, en
todas sus proyecciones terrenales y extraterrenales. Un solo punto ha
quedado inviolado, semejante a esos espacios de los mapas antiguos
donde los geógrafos ignaros caligrafiaban HIC SUNT LEONES. La
propia ciencia ha tardado en desafiar al tabú. Después nació la sexolo-
gía y se le dio al instinto sexual su valor justo, quitándole su halo mis-
terioso, sagrado si no maldito.
La Historia dirá algún día lo que debemos a Havelock Ellis, a
Sigmund Freud, a Gregorio Marañón, a René Guyon, a Alfred C. Kin-
sey. Sin su obra, la sexología no existiría y con mayor razón la erotolo-
gía sería solamente una diversión menor. Hasta el siglo XX, el estudio
del hombre flotó en ese dominio, entre lo vago y lo impreciso. Por
amor a la claridad distinguiremos tres períodos, sin desconocer su
arbitrariedad:
I. Precientífico , que engloba muchos siglos de cultura “humanis-
ta”.
II. Científico preerotológico , en el que la erotología no se dife-
rencia de otras ciencias.
III. Científico erotológico , el que nos esforzamos por definir y
que pertenece a nuestro tiempo.
No insistiremos en la enorme confusión que reina en la materia.
Ni los espíritus distinguidos logran separar el erotismo de la pornogra-
fía; no han observado que el erotismo reina cuando puede ser sugestión
o alusión, y llegar incluso hasta la obsesión; cuando el sexo se descu-
bre como obsceno- y no simbólico, es decir decorativo-, entramos en el
mundo cerrado y tristemente limitado de la pornografía. Otros espíritus
no menos distinguidos, confunden erotismo y amor, con el pretexto de
que la etimología de erotismo contiene la raíz eros .
Siendo la obsesión sexual, manifiesta u oculta, desenfrenada o
dominada, un componente, o mejor un dominante de la vida social, e
ilimitado el comportamiento erótico, estaríamos tentados de buscar una
definición fácil de lo que es el erotismo en el amor; por ejemplo, se
podría admitir que todo lo que no es genésico es erótico. Tal vez obtu-
viéramos de ese modo la aprobación de los teólogos 1 , pero esa simpli-
ficación, por legítima que sea, no nos llevaría a ninguna parte.
Preferimos entrar oblicuamente en ese dominio que oculta lo que hay
de más individual en el hombre.
Con esas comprobaciones se imaginará fácilmente la magnitud de
nuestro esfuerzo. Edificamos una casa donde los albañiles no emplean
las mismas palabras para definir los mismos ladrillos. No tenemos la
pretensión de afirmar que nuestras palabras son las buenas, pero vamos
a darles el sentido que tienen para nosotros, para eliminar los equívo-
cos, o simplemente para evitar un nuevo diálogo de sordos.
Entendemos por Sexología la ciencia de la sexualidad, es decir la
rama de la biología- en el sentido más amplio- que tiene por objeto el
conjunto de los hechos biológicos, y especialmente humanos, en rela-
ción directa con la noción de sexo.
La Sexualidad es el conjunto de hechos biológicos relacionados
con la generación, considerados no solamente fuera del individuo sino
en el individuo mismo.
Por otra parte el instinto sexual comprende los hechos biológicos,
orgánicos y funcionales, fisiológicos y psíquicos, objetivos y subjeti-
vos, que traducen en el individuo una actividad vital o un impulso que,
cuando está suficientemente percibido por la conciencia o suficiente-
mente exteriorizado en el comportamiento, lleva a la inclinación hacia
un individuo del otro sexo, inclinación que conduce (o debería condu-
cir) al acoplamiento con goce específico. El instinto sexual da al hom-
bre la más precisa expresión de sí mismo y lo une sólidamente a los
fenómenos cósmicos, cuasi místicos, de la vida.
1 La Iglesia, por boca de Pío XII, reconoció la legitimidad del erotismo, permi-
tiendo a los fieles la busca de un amor “no genésico” gracias al método de
Ogino y Knaus.
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El deseo erótico no puede ser sino el deseo específico del otro se-
xo, que incluye la doble condición del objeto (el individuo del otro
sexo o aparentemente del otro sexo) y del fin (el acto sexual).
La erótica es, pues, un elemento fundamental de lo sexual y ca-
racteriza un dominio biológico incluido en la sexualidad, aunque sepa-
rándose a veces en límites demasiado inciertos ; esa noción de
incertidumbre acrecienta las responsabilidades y las perspectivas de la
erotología. El erotismo toma en cuenta hechos de orden subjetivo, de
placer, de apetito o de necesidad más o menos claramente sexual, pero
también ligados al ejercicio de funciones comúnmente consideradas
como no sexuales. De todos modo, el contexto social, étnico, cultural
tiene una incidencia demasiado marcada para que el biólogo pueda
osar pronunciarse y salir de esos “límites inciertos”. Sabe que la edu-
cación, el lenguaje, la tradición, el nivel de civilización, todo el medio
psíquico, colaboran en las costumbres amorosas del Hombre; estimulan
o inhiben, animan o prohíben, imponen o levantan `tabúes’, reprimen o
liberan, inspiran el pudor o excitan la osadía.
En nuestra civilización, articulada todavía alrededor de tabúes
milenarios, el erotismo aclara esos estados más o menos obsesivos
creadores del deseo larvado del que se benefician la publicidad, la
prensa, el teatro y el cine. (Repetimos que cuando el sexo triunfa, co-
mienza la pornografía y cesa el erotismo, que ya no tiene razón de ser.)
El erotismo, además de las preocupaciones sexuales patológica-
mente acentuadas, engloba también, en psicoanálisis, la aptitud de
ciertas zonas del cuerpo para acompañarse de placer sexual no especí-
fico.
El erotismo, en el extremo límite de su sublimación, engendra un
estado general de tensión, una suerte de vibración interior propicia a
las creaciones del espíritu; esa noción interesa a todo el dominio del
arte.
La erotificación caracteriza la modificación de una excitación o
de una actividad a la que cambia en fuente probable de placer sexual,
como la erotificación de la angustia o de la obra de arte.
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