Stendhal - La cartuja de Parma.pdf

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LA CARTUJA DE
PARMA
STENDHAL
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LA CARTUJA DE PARMA
ADVERTENCIA
Esta novela fue escrita en el invierno de 1850, a tres-
cientas leguas de París. Muchos años antes, cuando nuestros
ejércitos recorrían Europa, correspondióme por casualidad
ser alojado en la casa de un canónigo de Padua, feliz ciudad
donde, como en Venecia, es el placer el negocio más impor-
tante de todos y no deja tiempo a nadie para indignarse con-
tra el vecino. Mi estancia allí se prolongó, y el canónigo y yo
nos hicimos amigos.
Hacia; el final de 1830 volví a pasar por Padua y corrí a
la casa del buen canónigo. Había muerto; yo lo sabía, pero
quería volver a ver la sala en donde habíamos pasado tantas
amables veladas, que luego con frecuencia eché de menos.
Encontré al sobrino del canónigo y a la esposa del tal sobri-
no, quienes me recibieron como a un antiguo amigo. Llega-
ron algunas personas y nos separamos muy tarde; el sobrino
mandó traer del café Pedroti un ponche excelente. Pero lo
que prolongó la velada fue, sobre todo, la historia de la du-
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STENDHAL
quesa Sanseverina, a la que alguien aludió, y que el sobrino
tuvo la bondad de relatar por entero, en honor mío.
- En el país adonde voy -dije a mis amigos, no encontra-
ré de seguro una ,casa como ésta. Dedicaré, pues, las largas
horas de la noche a escribir una novela de la vida de vuestra
amable duquesa Sanseverina. Haré como vuestro viejo cuen-
tista Bandello, obispo de Agén, quien hubiera creído que
cometía un gran crimen si despreciaba las circunstancias
reales de su historia o le añadía otras nuevas.
- En tal caso -dijo el sobrino- voy a prestaros los anales
de mi tío. En el artículo Parma hace mención de algunas
intrigas de esa corte, en los tiempos en que la duquesa man-
daba allí como reina y señora. Pero ¡tened cuidado! Esa his-
toria tiene muy poco de moral, y ahora que en Francia os
preciáis de pureza evangélica, puede muy bien proporciona-
ros fama de asesino.
Publico esta novela sin cambiar una tilde al manuscrito
de 1830, lo cual puede tener dos inconvenientes.
El primero para el lector. Siendo los personajes italia-
nos, acaso le interesarán menos, porque los corazones de ese
país difieren bastante de los corazones franceses; los italia-
nos son sinceros, buenas gentes y, sin hacer aspavientos,
dicen lo que piensan. No son vanidosos más que por mo-
mentos, y la vanidad cuando les ataca se torna en pasión y
toma el nombre de puntiglio. Por último, no creen que la
pobreza sea ridícula.
El segundo inconveniente se refiere al autor. Confieso
que he tenido la osadía de dejar a los personajes sus aspere-
zas de carácter. Pero, en cambio, declaro bien alto que a mu-
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LA CARTUJA DE PARMA
chas de sus acciones aplico la más moral de las censuras. ¿A
qué darles la elevada moralidad y los encantos de los caracte-
res franceses, los cuales aman el dinero por encima de todo y
apenas si pecan por odio o por amor? Los italianos de esta
novela son muy diferentes. Además, creo que cada vez que
subimos doscientas leguas hacia el norte, hay lugar para un
nuevo paisaje como para una nueva novela. La amable so-
brina del canónigo había conocido y hasta amado mucho a la
duquesa Sanseverina. Me ruega que no cambie nada a sus
aventuras, que, desde luego, son censurables.
23 de enero de 1839.
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